La miel es una sustancia natural dulce que se produce por la abeja Apis mallifera y otras subespecies. Se genera gracias al néctar de las flores -y de otras secreciones de la planta o de otros insectos- que las abejas liban, transportan, transforman, combinan -con otras sustancias y secreciones-, deshidratan, concentran y almacenan en panales.

Forma parte de uno de los alimentos más primitivos que el hombre ha aprovechado para su nutrición y deleite. De hecho, algunas referencias muestran a los antiguos egipcios y los griegos que la describían como un producto sagrado pues lo utilizaban tanto para trueque, alimentación y salud.

Su composición es compleja; pues si bien los carbohidratos son la mayor proporción -especialmente fructosa y glucosa-, también contiene sustancias como las enzimas (α-glucosidasa, glucosa oxidasa, catalasa, ácido fosfatasa, entre otras), aminoácidos, ácidos orgánicos, antioxidantes, vitaminas y minerales.

La miel y sus derivados son considerados como un alimento funcional gracias a las propiedades a nivel nutricional y que confiere a la salud; por ejemplo: es rica en compuestos bioactivos como los polifenoles y las vitaminas;  tales componentes resultan otorgar actividad biológica como agente: antimicrobiana, antiinflamatoria, anticancerígeno, antitumoral, antimicótico, antibacteriano, antialérgico, anticancerígeno, antibiótico y antioxidante.

De los beneficios que encontramos en la salud, tenemos que: ayuda en el tratamiento de las heridas -especialmente en las úlceras del pie diabético-, en los trastornos gastrointestinales -gracias a su acción enzimática y contenido prebiótico-, en la salud bucal -como la estomatitis y halitosis-, faringitis y tos, enfermedad por reflujo gastroesofágico, dispepsia, gastritis, úlcera péptica, gastroenteritis, estreñimiento, enfermedades hepáticas y pancreáticas, enfermedades metabólicas y cardiovasculares; en cáncer y oncogénesis, entre otras muchas. 

El vínculo que existe entre plantas y abejas nos garantiza, de alguna manera, la continuidad en el tiempo de la naturaleza a través de la polinización de las plantas silvestres y cultivadas.

Las plantas en flor y las abejas, tienen una relación armónica perfecta pues las unas no pueden existir sin las otras. Las abejas liban sustancias nutritivas de las flores y, con la polinización, garantizan la permanencia no solo de las plantas, sino también de alimentos disponibles para las futuras generaciones tanto de abejas y personas.

En esta simbiosis perfecta, el valor de la polinización es difícil de medir, pero si pudiera ser calculado, sería el más alto de todos los elementos que componen la apicultura. Ahí radica la importancia de la miel en la agricultura.